11 de marzo de 2010

Crítica ABCultural

El cobro de una deuda a través de la venganza
por Laura Gilardenghi

August Strindberg era un dramaturgo sueco que en 1888 escribió “Acreedores”, un drama cargado de ironías, críticas hacia la institución del matrimonio y la puja de ideas y lucha de pensamientos que marcan a fuego la historia, adaptada actualmente a los escenarios porteños de la mano de la dirección de Marcelo Velázquez, que lleva adelante una obra de exquisitos textos y actuaciones.
La voz en off del actor y director José María Muscari introduce al espectador y analiza la relación del hombre de teatro con su texto, con su forma de expresar lo que ya está escrito, recalcando que esta obra utiliza recursos del viejo teatro con condimentos de lo nuevo, lo cual se puede apreciar en la pantalla que sirve como aliada de algunas escenas que vale la pena revivir o anticipar. Lentamente se apagan las luces y la voz del locutor. Comienza la función.
Tekla y Adolfo viven una crisis matrimonial invadida por celos, conformismo y la desesperación de reconocerse vacío porque se depositó la vida en el otro, descuidando la propia. Él está enamorado de su esposa, pero sus deseos de libertad son tan altos que es capaz de enfrentarla y gritarle en la cara que antes de conocerlo no hubiera sido la escritora que es hoy. La mujer es seria, calculadora y difícil de sonrojar, maneja las situaciones tensas como más le gusta y disfruta de ver al hombre correr y llorar desconsolado sobre su falda.
Gustavo es amigo de Adolfo y nexo indispensable en la historia, un hombre seguro y manipulador que apuntala las verdades más crudas con una sonrisa. Verborrágico y amante de los buenos modales, le da consejos y valor a su compañero y lo incita a no sentirse en inferioridad con respecto a su mujer, lo prueba, desafía y premedita sus palabras y movimientos.
Las apariencias y las traiciones hilan la trama, que en un momento cambia su rumbo invirtiendo el rol del que vino a cobrar lo que le debían, a recuperar el honor que alguna vez le quitaron. Ya están a mano, jaque mate dijo el acreedor, que a través de la venganza logra hacer justicia y saldar las deudas, como en una especie de guerra verbal y psicológica que reluce las miserias del ser humano.
Ciento veintiún años nos separan del texto de Strindberg, pero sus ideas siguen vigentes de tal forma que pueden ser tomadas en 2009 y entenderse con gran claridad, porque se identifican con una parte de la sociedad que critica y analiza al ser humano, sus formas de expresión y sentimientos.

Dijo Moira Soto - Radio Ciudad

Verdaderamente es una obra impresionante, como tantas piezas maestras de este genial autor, un poco misántropo y también misógino. Misántropo, en general, con la especie humana y misógino porque en particular solía ensañarse con las mujeres y mirarlas de manera muy crítica.
Esta obra ha merecido una puesta de Marcelo Velázquez verdaderamente extraordinaria por la manera en que hace aflorar y le saca lustre a un texto que es puramente verbal.
El marido de la protagonista, Tekla, se encuentra con el ex marido de su mujer, sin saber que es el ex marido. El primer diálogo es entre Adolfo, el marido actual, y Gustavo, el primer marido. El marido actual no sabe que Gustavo es el primer marido y el diálogo que sostienen sobre Tekla no sólo alude a la personalidad de ella sino también a una novela que ella escribió sobre su primer marido donde lo defenestra. Todo en un juego verbal y mental. En una segunda parte se prosigue con el encuentro de Tekla con su ex marido. Sigue ese combate, esa pelea de los sexos por el poder, los celos. Este encuentro lo está escuchando el marido actual que a su manera ama a Tekla. De modo que el final no es precisamente feliz. Lo extraordinario es que esta especie de duelo cerebral, mental, de duelo de inteligencias y desinteligencias, ha sido tratado de una manera tal que es casi una especie de thriller psicológico donde realmente tanto la actuación de Marcelo Bucossi, Mercedes Fraile y Daniel Goglino, empapados, atravesados realmente por el texto, y que han internalizado muy profundamente sus personajes con toda su complejidad, sus contradicciones y sus miserias, va aflorando fluidamente. Además, está presente todo el suspenso acerca de lo que el espectador sabe y el marido actual no sabe.
Para hacer más interesante esta cuestión, hay un prólogo que toma y adapta una introducción de Pier Paolo Pasolini en su obra Calderón, donde se escucha la voz de José María Muscari que es muy conocida por el público, anunciando cuáles son los deseos del director, de alguna manera poniendo en evidencia la obra, diciendo que se va a usar una escenografía tradicional, que la obra es de fines del siglo XIX. En fin, una manera de poner una distancia con el espectador y tenerlos sobre aviso. Además, que la escenografia es la escenografia del teatro viejo, que es un rito social, que todo ha sido elaborado, preparado, puesto a punto, hablando de alguna manera de los ensayos, que todo lo que se va a ver es una representación. Lo cual no quita que en el transcurso de la representación el público pueda entrar absolutamente en esta obra y seguirla reteniendo el aliento en muchos pasajes. Todo esto con una economía de recursos, en una sala pequeña como es la del teatro DelBorde y con una participación, por la cercanía y por los datos que tiene el espectador, que vuelve más intenso este acercamiento, donde se cuestiona -a fines del siglo XIX- el matrimonio tradicional, el papel de la mujer, el papel del varón, la vampirización que existe en el matrimonio, qué pasa cuando la pareja se torna simbiótica, el tema de los celos… En fin, todo esto a través de este ajuste de cuentas que no decae un segundo.