14 de junio de 2009

Visión de la obra


Everything can happen.
Everything is posible and probable.
Time and space do not exist.
On a flimsy framework of reality,
the imagination spins,
weaving new patterns.

August Strindberg
A dream play

Strindberg escribió Acreedores en 1888. Como todo gran dramaturgo, no escribió para su tiempo sino para los venideros. Desde ese lugar siempre incómodo del artista en su contexto de producción, reveló fantasmas que lo asediaban y aún nos asedian: las grietas del pasado que se ahondan en el presente, la lucha de los sexos en una sociedad en constante cambio, la crisis de la institución matrimonial, la traición y el miedo a la infidelidad, la economía que atraviesa y corroe la vida privada y los vínculos entre las personas. Realizó, además, una profunda reflexión sobre el arte y la forma que le corresponde a cada época produciendo importantes innovaciones
en el arte dramático.
El gran problema de Acreedores es discursivo. Adolfo, Tekla y Gustavo, las criaturas de Strindberg, emprenden una “guerra de cerebros”, una lucha psicológica y a puro lenguaje. Arrojados al mundo y en la imposibilidad de decir la realidad quedan atrapados en esa “cárcel del lenguaje”, que también es la nuestra.
Esta nueva puesta en escena de Acreedores pretende un corrimiento de los cánones tradicionales del realismo y del naturalismo estéticos en los que se ha categorizado al autor y a parte de su obra. Si en Acreedores se plantea la pregunta acerca de la forma del arte, esta pregunta aún nos guía: ¿Cuál es la forma contemporánea para esta obra de 1888? ¿Cuál es la forma que le corresponde al arte de nuestro tiempo? Aventuramos en los signos de la puesta en escena algunas respuestas que son nuestro modo de entender la pieza. Si Strindberg produce inmerso en una gran crisis finisecular de la representación, la propuesta es, entonces, desmontar la obra para desligarla de lo representativo y, en este juego, hacer visible y no ocultar los hilos que construyen la representación. Así leemos Acreedores, después de más de un siglo de su escritura, y es nuestro modo de acercarnos a su modernidad.
/Marcelo Velázquez/

Acreedores: ¿Quién le debe a quién? y sobre todo ¿cuál es el objeto de la deuda? Dinero, amor. Acreedores expone la institución del matrimonio burgués como un dispositivo económico de regulación de las pasiones y, también, su estrategia fallida. Aquella que pretende hacer coincidir lo irreconciliable: el dinero como lógica de la equivalencia y el amor como lógica del exceso. Por ello, el matrimonio constituye el mecanismo institucional para “ajustar cuentas” en el amor. En este escenario (de época), de apariencias e ilusiones, tres personajes disponen sus máscaras para poner en juego un plan que ha sido diseñado desde siempre. Poco a poco, la escena deja ver la otra escena: el triángulo del resentimiento, el egoísmo, la venganza, el miedo, la muerte. Dentro de esta maquinaria social, esa otra escena pone en funcionamiento aquello que, implícitamente, organiza la representación: lo siniestro como fundamento del sentido, la construcción de la identidad a través del vaciamiento y la aniquilación del otro.
Las voces de Strindberg se escuchan aún hoy, en el umbral del nuevo milenio, como los ecos de un tiempo aún no pasado. Seremos nosotros los nuevos deudores.
/Yamila Volnovich – Patricia Sapkus/

No hay comentarios:

Publicar un comentario