14 de agosto de 2009

Deudores incobrables

por Ivanna Soto
Periódico de la Ribera

Luego de su fructífero debut como director en Criminal de Javier Daulte, Marcelo Velázquez nos sorprende con un nuevo y completamente diferente estreno: Acreedores de August Strindberg. La misma conforma el período “naturalista” del autor junto con La señorita Julia y El padre, siendo la obra en cuestión la menos representada.

El “naturalismo” de Acreedores no fue roto en el texto, que fue respetado casi en su totalidad, sino que fueron utilizados otros recursos propios de la forma de hacer teatro hoy, tales como la música electrónica y las proyecciones audiovisuales, que interrumpen la acción, reforzándola.
Además, se incluye un prólogo adaptado de la obra Calderón de Pier Paolo Pasolini, en el que el locutor, interpretado por la voz en off de José María Muscari, habla irónicamente jugando con la temporalidad de la obra y con las expectativas que los espectadores tienen cuando van a ver a un autor clásico.
“Al leer la obra, escrita a fines del siglo XIX, no podía creer en la modernidad que tenía el lugar provocativo de lo femenino”, dice Marcelo. Circunscrito el devenir de la situación en un espacio reducido y despojado, la puesta recae ampliamente en el texto, brillante y sorprendente por su contemporaneidad, el cual es virtuosamente sostenido por las actuaciones de Marcelo Bucossi, interpretando a Adolfo, Mercedes Fraile en el papel de Tekla y Daniel Goglino, representando a Gustavo.
La obra cuestiona la institución matrimonial planteándola en términos económicos, en donde los miembros de tal compleja sociedad civil (Adolfo, Tekla) se vuelven acreedores recíprocos, acumulando deudas, al parecer, incobrables, y convocando prestamistas ajenos a la relación acreedor-deudor (Gustavo) que no hacen más que amplificar la deuda original, convirtiéndose asimismo en deudores.
Acreedores nos desplaza del habitual lugar de espectadores para transformarnos en eternos deudores de quienes nos otorgaron la posibilidad de presenciarla.

IMPRESIONES: "Acreedores", de August Strindberg


En www.poiesisteatral.blogspot.com


por Christian Lange


Strindberg (1849-1912) es, sin duda, uno de los máximos escritores del teatro burgués clásico, junto con Ibsen y Chéjov. Entre 1887 y 1888 escribe obras básicas del teatro occidental como "El padre", "La señorita Julia" y "Acreedores" a la que siguen posteriormente otras como "Danza Macabra", "Pelícano" y una obra narrativa y autobiográfica igualmente importante, potente y original.


Acreedores es clasificada por el propio Strindberg como una "tragicomedia en un acto y en prosa". Con sólo tres personajes -Adolfo, Tekla, y Gustavo (más otros dos "mudos")-, y en cuatro escenas de un acto único, Strindberg logra condensar la historia de un ajuste de cuentas entre una mujer, su ex-marido, y su actual pareja. Las sucesivas escenas están estructuradas como duetos en los que se nos van revelando distintas facetas de estos personajes, sus identidades, sus pasiones, sus intenciones, a través de un diálogo ágil y profundo, algunos monólogos intensos y reveladores, y mediante la progresión de una trama consistente en su esquema clásico (unidad de una acción completa) que trabaja dosificando la información y los diferentes puntos de vista sobre hechos del pasado aún presentes. La obra (el texto) leída hoy sigue siendo, tal cual fue escrita, profundamente contemporánea. Tematiza universales como el amor, el matrimonio, los celos, los resentimientos, la lucha de los sexos, el poder, el deseo...


Por supuesto que estando en el siglo XXI, y a fin de lograr la conexión buscada con el espectador, es válido y necesario, generar la versión escénica propia y concebir su puesta en escena. Rodolfo Roca y Marcelo Velázquez son los responsables de la versión escénica del texto, que -con la colaboración de Yamila Volnovich y Patricia Sapkus como dramaturgistas- se ha transformado en el espectáculo que dirige el propio Velázquez. Dicha versión escénica es muy sólida y ha logrado limpiar el texto de ciertos giros y usos (los , los usted, y otros) haciéndolo más contemporáneo aún y dejando intacta su esencia y su estructura. Mediante el uso de algunos recursos de la puesta en escena (proyección audiovisual, iluminación, música...) se logra también una mejor resolución de lo que en el texto es la escena cuarta y un final mucho más contundente quitándole esas cuatro réplicas que están en el original y que en una puesta contemporánea realmente son imposibles. Mediante el trabajo audiovisual también accedemos al mecanismo de la representación en sí misma ya que su uso inteligente y medido permite que veamos otros ángulos y otras "veces" de esa representración/repetición (como si el ensayo se hiciera presente durante la función). Si se leen los textos escritos por las dramaturgistas y el director en el programa de mano se entiende el motivo de esas decisiones.


El espectáculo, desde el momento en que inicia la obra de Strindberg con "Y a usted se lo debo todo", que aquí se ha transformado en "y a vos te lo debo todo", es -de allí en adelante- impecable por donde se lo mire.


Una excelente versión, una muy buena puesta, sostenida por las actuaciones de Marcelo Bucossi (Adolfo), Mercedes Fraile(Tekla) y Daniel Goglino (Gustavo), y que puede (y debe) verse los sábados a las 23:00hs en DelBorde Espacio Teatral, en San Telmo.

12 de agosto de 2009

¡Cree en Acreedores!

Manipulaciones, venganzas, cinismo y amor en la piel de tres personajes atrayentes y muy bien interpretados.

A pesar de que August Strindberg escribió “Acreedores”en 1888, aborda problemáticas que difícilmente queden obsoletas, como bien indica la gacetilla: “las grietas del pasado que se ahondan en el presente, la lucha de los sexos en una sociedad en constante cambio, la crisis de la institución matrimonial, la traición y el miedo a la infidelidad, la economía que atraviesa y corroe los vínculos y la vida privada”. Todos estos temas atravesados por un cóctel de cinismo, manipulación, dominación, violencia simbólica y excelentes interpretaciones.

Una trama que va avanzando dinámicamente, pero siempre dejando un misterio. El espectador sigue a los actores mientras construye hipótesis de posibles situaciones o desenlaces, tratando a su vez de desenmascarar, reconocerse, repudiar, desconfiar, etc. sobre las pistas y los gestos de los personajes, que tal cual la vida misma, teclean en pequeños momentos que alivian nuestra tarea de “juzgar”, ya sea para bien o para mal. Difícil escapar de la empatía que generan determinadas acciones o discusiones, llantos o alegrías.

Eran necesarias actuaciones brillantes y precisas, y sin duda las consiguen. Los personajes varían de un momento a otro sus estados anímicos, suben y bajan el tono de los diálogos, con total manejo de los mismos, con los ritmos de la trama vividas en carne propia, apropiándose del texto, y con el apoyo de un trabajo de fondo que se percibe. Logran sincronizaciones que sorprenden, mediante el uso de un proyector, que lejos de estar por estar, cumple un rol fantástico y atinado para la interpretación de la obra.

Una trama sin desperdicios, una puesta sin caer en la arrogancia absurda, actuaciones que sutilmente construyen, diálogos que trascienden las fronteras del tiempo, y un final que sorprende, son los pilares de “Acreedores”, excelentemente dirigida por Marcelo Velázquez e interpretada por Marcelo Bucossi, Mercedes Fraile y Daniel Goglino.

Periodista: Gastón Jeger
Fotógrafo: Beto Landoni

4 de agosto de 2009

Acreedores

Por Agustina Gutiérrez

Un matrimonio entrado en años, que oscila entre la pasión ardiente y el amargo sabor del miedo a la infidelidad, los celos, la visita inesperada, los viejos amores, la competencia.

En un hotel portuario, los personajes van cayendo en una telaraña de venganzas, donde el acreedor vuelve a cobrarse lo suyo, a través de las más complejas manipulaciones sentimentales, dejando al descubierto todas las luces y sombras del ser humano.

Con una puesta muy teatral pero asimismo natural, se nos muestra este terrible drama lleno de recodos, producto de una buena dirección y grandes actores.

Muy recomendable.

1 de agosto de 2009

El poder de las palabras y la imagen


Acreedores (1888-2009)
de August Strindberg – Marcelo Velázquez

La pieza de Strindberg, Acreedores, ya perfila las características expresionistas que los personajes del dramaturgo sueco desarrollarían después. Su poética sustentada en la palabra, en el juego dialéctico de sus personajes, que presentan caracteres fuertemente construidos, es representativa de un contexto donde la presencia del teatro tenía la fuerza de llevar al escenario los interrogantes de una platea burguesa ávida de ver allí las carencias de las instituciones que la sostenían. La puesta que Marcelo Velázquez dirige en el espacio de Del Borde, apuesta fuertemente al valor del discurso y su eficacia para expresar los complejos sentimientos del alma humana respetando el texto del dramaturgo casi en su totalidad; salvo la introducción desde la voz en off de José María Muscari, que nos inicia en las problemáticas de la poética teatral, y explícita las dificultades que aparecen cuando se traslada en tiempo y espacio un texto ya clásico. La inclusión de la filmación en uno de los paneles blancos que forman parte de la escenografía, anticipando y reproduciendo en imágenes las acciones que los actores realizan para llevar adelante la intriga, duplica el punto de vista del espectador, pero no logra atraparlo quien sí queda seducido por la fuerza de las palabras con las que Strindberg construye el mundo de sus personajes. Por otra parte, contrasta con la temporalidad anclada en el tiempo de su primera enunciación desde el vestuario. La significación que Velázquez logra con esta antinomia tal vez tenga más que ver con nuestra lectura sobre la teatralidad que sobre el texto de Strindberg. El teatro, último arte aurático por su imposibilidad de reproducción, intenta como siempre a lo largo de su historia incorporar recursos que lo acerquen a la expectativa del espectador. La filmación, de ser sólo el soporte de algunas puestas para rescatarlas como memoria cultural, en este caso propone una intertextualidad con la palabra para la resemantización escénica.
En un atormentado triángulo de amor y odio, el rencor y el deseo de venganza de Gustavo, el marido despechado de Tekla, teje el entramado para que tanto la víctima Adolfo, como su asesino, Tekla (en el sentido moral) caigan en la misma trampa que finalmente dejará a todos con las manos vacías. Como afirmara Jean Paul Sartre años más tarde, “el infierno son los otros”, y el pasado de nuestras acciones vuelve implacable siempre a cobrarse como un acreedor persistente la deuda de nuestros crímenes. Hablar de la misoginia del dramaturgo es ya un lugar recurrente, por eso, tanto Adolfo como Gustavo resultan aunados en su destino común, ser canibalizados por un alma femenina que vive y crece consumiendo sus almas. Los actores aportan un trabajo cuidado con la estética naturalista, e imprimen al texto la fuerza para conseguir el verosímil que nos permita la empatía. El cinismo y el sarcasmo de Gustavo atraviesa el cuerpo de Daniel Goglino, pero en los matices que imprime a su actuación, nos deja ver la desolación de un alma que sabe que con lo hecho se pierde a sí misma. Adolfo en manos de Marcelo Bucossi consigue transmitir su debilidad de carácter, su dolor y la necesidad de recuperar una vida que como ofrenda de amor ha perdido en manos de Tekla, la malvada encarnada por Mercedes Fraile; personaje que Strindberg construye doblemente falsa, no porque mienta a uno y a otro, sino porque con la verdad oculta la verdad, y se defiende atacando, antes de aceptar que ha sido atrapada. La puesta demuestra la validez de un texto que nos sigue hablando de nosotros mismos a pesar de que algunas de las cuestiones planteadas nos parezcan superadas, pone en discusión una vez más la complejidad de las relaciones humanas entre géneros, la posibilidad de amistad entre el hombre y la mujer dentro y a pesar del amor de pareja; las dificultades para vivir el amor, para conocer que es ese sentimiento que parece ser la verdad de nuestra vida, pero que esconde sutiles matices que lo vuelven tan problemático. Pero además, plantea una discusión estética ligada al sujeto creador, quién conforma a quién, el hombre a su obra, o la elección artística conforma finalmente al artista. Para Strindberg el arte también es otra clase de amor, exigente y brutal.

María de los Ángeles Sanz

"Acreedores", perturbadora versión de la obra de August Strindberg

por Alfredo Hopkins - Jaque Mate Press

En la puesta en escena de Marcelo Velázquez de "Acreedores", espectáculo estrenado anoche en DelBorde Espacio Teatral, San Telmo, Argentina, hay una perturbadora, ácida y sagaz actualidad. Si bien la obra de August Strindberg puede figurar en la categoría de "teatro realista", esta versión pone a los tres actores en un espacio sumamente reducido, acompañados sin otros objetos que un sofá. Pero sobre las cortinas blancas del fondo el espectador puede apreciar la modernidad: momentos claves de la pieza proyectados en video.
Strindberg siempre ha sido una figura rebelde, odiado, amado y no siempre entendido. Dijo de sí mismo: "Quiero escribir de forma hermosa y luminosa, pero no me está permitido; no lo consigo. A decir verdad, estoy comprometido con ello como con un deber horrible: la vida es indeciblemente desagradable".
El "realismo" bello e imposible que marcaba su tiempo (1849-1912) encontró en August un matiz moderno, inquietante, desafiante, que de alguna manera anticipaban las variadas formas artísticas que invadieron Europa luego de su muerte. Si bien en su juventud el escritor y dramaturgo sueco abrazó el feminismo que impulsaba de alguna manera Henrik Ibsen en Noruega, pronto y a través de tres matrimonios fracasados el escritor pasó cerca de la misoginia. De todos modos, lo que destaca en sus obras -en particular en "Acreedores"- es la lucha de todos los seres humanos contra sus pares; cuestiona el matrimonio burgués, plantea el amor incluso en términos económicos (aunque los acreedores tiene menos que ver con las finanzas y más con las "deudas" que las personas acumulan con sus parejas o amistades).
Hay que entender el contexto social: la consolidación del capitalismo en el seno del industrialismo a ultranzas del fin de siglo, la lucha de obreros y campesinos por tierra y dignidad, la incipiente lucha de las mujeres por sus derechos, el derrumbe del matrimonio feudal y la emergencia del matrimonio burgués fuertemente influenciado a su vez por las luchas entre catolicismo y el protestantismo.
El texto de la obra es realmente brillante, ácido, punzante -más allá de lo que el lector pueda pensar de los conceptos de fondo. De alguna forma, Gustavo, el marido de Tekla, parece ser Strindberg: "Sí, el dolor nos purifica, la pena nos...nos ennoblece y...yo he sufrido". Ella responde ácidamente: "¡Pobre Gustavo! Ya veo que ha sido así, y de qué forma, con qué...con qué intensidad..." Luego lo mira con gesto de comprensiva compasión, según el texto original, con coquetería casi sardónica en la versión del director Marcelo Velázquez.
El espectáculo es de actores, por el tipo de actores que suden y se exponen en un espacio íntimo, con el espectador participando casi como voyeur. Es un gran placer ver que todavía hay directores y actores que se dedican con todo el alma a la actuación, a investigar el ser humano desde sus entrañas sin artilugios tecnológicos. El elenco: Marcelo Bucossi en el papel de Adolfo; Mercedes Fraile, Tekla; Daniel Goglino, Gustavo.


30/7/2009